viernes, 24 de febrero de 2017

Marieta, la dicharachera

Marieta era muy dicharachera. Una niña afable y risueña que disfrutaba con todo lo que se encontraba por el camino. Si veía un pájaro, intentaba jugar con él, si tropezaba con una piedra, la cogía y la utilizaba para echar un pati; si veía un caño con agua, bebía y con un palo movía el agua. 
Así hacía siempre Marieta: aprovechaba las oportunidades que encontraba para ver el lado positivo y disfrutar de lo que se encontraba a su paso. 
Lo malo que tenía Marieta es que, cuando tenía que gestionar la tristeza, no sabía hacerlo. Era una sensación nueva para ella que le provocaba reacciones raras que no conocía. Y Marieta sufría mucho por estar triste, más de lo normal, y sufría cuando veía tristes a los demás. Ella intentaba ser feliz siempre, y a veces eso no podía ser. 
Pero, Marieta, según crecía, aprendía a gestionar los días negros y los pasaba a grises, y con mucho esfuerzo, los pasaba a color blanco. 
Porque, está claro, Marieta seguía siendo dicharachera y, por mucho que la tristeza quisiera entrar, ella era más rápida, más lista y más optimista.


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